LAS LETRAS NACEN AL SILENCIO, NO AL REVÉS/ Poesía de José Ignacio Restrepo


PROSAICO


Si somos agua de brevo destilada, descarado ahogo que te acomodas en el alma y bebes de mi alcohol a más de 60 para lavar heridas, deseando regar sobre la mesa su dolor sanguinolento, allí donde están extendidos todos esas angustias atrancadas desde el inútil tiempo del colegio, llamar por ese medio a los bomberos, que tengan pálido gesto y pelo largo y se llamen Adriana o Pasteur, o manden por botellas de repuesto, antes que se acabe lo que hay...Si somos lenta mirada en el espejo, destapando letrinas que no ves con llamas y vertidos de alcanfor, entonces otro traje y otras larvas para sellar el pacto de no hablar o hacerlo mientras corren las noticias, sin más antagonismo que el genial, "yo le dije, amigo destacado, que este teatrino amodorrado, muy mal iba a acabar"...

Descarado ahogo que subes por la piel vestido de impávido heroísmo, una vez anteayer, otra vez en el hoy de dolores dilatado, y mañana, antes que salga el sol diciéndome al oído que yo soy de él, que nada de lo que piense sobre él logrará saldar la vieja deuda, que antaño a mis piernas se sentó y luego se alojó en mis verdes sesos, esos sinceros versos repetidos...nada tiene futuro, toda belleza está en los extramuros a donde tus pies jamás van a llegar, conquistador de altares siniestrados, hombre de yugulares anchas cuya bondad a veces sin razón a él mismo y de primero saca de quicio...
Descarado ahogo de manos enguantadas, que ha secuestrado el logro de volar, ese recatado privilegio de hacerlo a solas y en la noche, llenándome el plumaje de esmaltado fango, haciendo inútil el esfuerzo sosegado de convencerme de los válidos sentidos que tiene el ahora, para estar aquí, varado en mi mesa como interlocutor unitario...

Y esta laxa sensación de que tengo los ases en mi mano, aunque nadie los vea, a esta hora, en este instante, aunque ella viva sin fe en el caracol doliente de mi oído, saliendo a que la vea al paso, con una escalera desplegada en la mano izquierda y una tea ardiente en la derecha, alumbrándolo todo...

JOSÉ IGNACIO RESTREPO
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