DE LOS SANTOS INOCENTES
Un gusto impermeable por el triste azar
que se amarilla en los diarios
contándonos amargos sinsabores
de otros que pudimos ser nosotros,
me llena y me condena el paladar
por ver a un dios mezquino tan ausente,
tan pleno entre las bocas de las gentes,
que no puede alertar ni gritar algo,
ni un SOS atormentado y legendario,
para que el muerto de hoy no esté tan tieso
y el de mañana vivo quede en pie...
Llega la corrección como almadana
dándome entre la cara su lección,
y estalla el apostema rojo y vivo
que en mitad de la frente me ha crecido,
por esa fe recluta y desdeñada
que es como soldado dando y dando,
al camino ese hule de sus botas
corrompe de zaherir con la venganza,
aterida en su rostro se presiente
por lo tensa e hiriente que promete
sobre otros su daga cuando mira,
sobre otros su daga cuando mira,
lento avanza sobre él un mar de ira,
pues la guerra le cabe y le supera,
desde el cielo que agrisa sí lo ve
cuando alza la fe que no posee,
y critica su azul inmerecido
por lo grande que es
y por lo ajeno...
Esta noche de ritos y comadres
que en el umbral se hacen mientras lloran
a esos que la vida se llevó,
esperando a los brotes más amados
que la canchera y brusca
les ha dejado,
yo me hago en medio a suceder
las memorias de otros y mi ayer
en el sudario fresco que no llevo,
pero me cubro con él como otras veces,
contar yo si sé,
mientras miro mis manos complaciente
que guerras prometieron y cumplieron,
entre amores logrados o fallados,
que me miran sin llanto
con rezos renovados por orar
en mis ojos callados...
JOSÉ IGNACIO RESTREPO
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