CADA SEGUNDO QUE CANTO / Poesía de José Ignacio Restrepo



DOCE COLUMNAS VIVAS


Doce fervientes creyentes
con su rostro de ángeles
sentados en una fila
esperando por quién, no saben, en mi propio laberinto
después que los azares del cansino descanso
hubieran destapado el encurtido
de ese minuto laxo y verdadero amigo
que se gastó danzando sin mover los pies,
cantando sin templar y destemplar
nuestras cuerdas vocales,
ni voltear los ojos de color incierto
para buscar el cómo de otro modo,
y decirle al que vive sin pagar
en esta pieza austera y sin ventana,
espera,
son tan solo horas,
en el iris abierto y repetido,
podrás sentir la luz  y ver adentro
la magnífica obra irrepetible
que se llama mañana...

Y esos doce magnates de verdad
que se hacen al frente perturbados,
para decir qué hacer y qué no hacer
se quedarán dormidos en tu mano,
tras la verdad silente y presentida
que reza sin orar hoy otra vez,
no existe la manera de tener
el seguro cascado en el gatillo
para poder sin duda disparar
y acertar en el centro del instante,
ni humilde ante el envión
tampoco con el don del arrogante,
que siente que lo puede repetir,
que es amo y señor de su destino,
sabiendo que es bestial el desatino
del que así lo pretende...

Es mejor
serenamente entrar...
quedarse a pernoctar en el pasillo,
una noche, dos noches...
sin deshacer la cama
ni entrar a servir los alimentos
en la propia cocina,
asumir que en el gozo de yacer
el cuerpo está completo, no tiene hambre,
no existe el sueño o el descanso,
solo ese minuto tan perfecto
de estar deslumbrándonos adentro,
porque yace a nuestro lado esa fortuna,
que podemos en curso de observar
la verdad del magnate comprender,
y recibir el todo por la parte...
mientras el agua crece sobre el río
y la voz que lanzamos en un canto
lleva el eco nutrido
a cualquier parte...


JOSÉ IGNACIO RESTREPO
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