QUÉ DECIR DE LAS BOCAS QUE NO QUEMAN.../ Poesía de José Ignacio Restrepo


DE FUEGOS Y NIEVES


Bajo el crucifijo
que tiene días de no hablar
y por eso a veces me parece que está vivo,
para lanzar mi trazado de improperios
y terminar de a posta por hacer 
mi rito de fines en la blanca pared,
pintada con mis afanes y mis deudas hace tiempo
de un blanco tempestad, un blanco hueso,
un blanco de cáncer terminal,
y el martillo se apropia de la fuerza insalubre de mi mano,
mansa, elocuente, desolada, ardiente,
comienza a lanzarse como piola a su trompo,
como mendrugo al azar, como granada al enemigo,
y la pared de lo dicho y lo callado poco a poco
ve su forma transformarse,
hasta quedar de añicos conformada en esta base
de lo que debe ser dicho, 
lo que de real ya ha sido pronunciado,
o callado en el montón de fonemas derivados,
boca de pan, besos dislocados y perfectos,
rojo de rouge que lame y peca solo,
cuando dejas que haga campamento entre tu rostro
y de perfectos deseos el viento y su ilusión
son solo algo para ver que falta,
boca de inmensos sueños que ya no son compatibles
con tu edad,
hermana de tu sed hecha en el circo
lugar de nacimiento de todos los poemas,
sobre todo los que ya no puedes ver,
esos escritos perfectos
y suicidas...
Pero llega la comandante de este sitio
para poner orden en los bergajos pensamientos
nacidos de la ira de estar solo 
y de esta incompetencia de reglar
lo que fue y lo que viene...
hijos desmantelados del soñar,
del fracasado instinto de ordenar afuera
lo que solo adentro
dispone del oxígeno sirviente
para decir el cómo de este cuándo,
el qué y algún con quién
que pueda ser en vida algo decente
y no semilla y muerte que se trilla...
Con la pared tendida como sueño hecho de lava
este amable volcán su afán de no decir desencadena,
y se entrega a los gustos de la piel
que al final para éso está la noche,
y no quiere nombrar,
de otra palabra ser azucarado...
de un talud que lo abarca y hace nido en su boca
brota más delicada que si fuera remera entre oleaje ralo,
esa dueña de todo que aún, díselo hoy, no sabe nada,
para erigir poemas destacados 
donde apoyar la tibia boca suya...
Pongo sal en mis dedos y la tomo
con la fuerza disléxica del ciego,
y la nombro en silencio nacarado,
una vez,
otra vez,
hasta impartir en medio del poema el signo del silencio,
y entonces sin permiso ella se apoya
con la boca primero,
ayudada del manto de sus ojos,
y reparte los mil veinte poemas que trae para darme
oprimiendo con todas esas letras lo magno de su sello...
y pierdo la memoria,
no me deja opción distinta de ésa,
la pierdo, la desdoblo, la desnuco,
la envuelvo y la meto en una caja,
pues el gusto por esas delicadas y broncas, magnas y servidas,
palabras de otros fuegos bien nacidas
apoyadas en mis dos labios ya suyos,
son como aves que vuelan
y a más alto que llegan más conocen
sobre el aire que aman y sostiene,
este rito de fuego
que un día casi muere entre la nieve...


JOSÉ IGNACIO RESTREPO
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Comentarios

  1. Sublime, profundo que belleza querido poeta, leerte es un lujo, gracias.

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    1. Lo que fue y lo que viene. Un cielo que no puedes despejar cubierto de nubes cual poemas. Y presencias viajeras que sin embargo permanecen. Gracias por venir Loly. Un abrazo.

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  2. Jose..de veras que parece adivinanza....en un acto de fe y sentir..lo que el alma en ritual guarda
    Ya es en ti un sello el extraordinario don de llevarnos de la mano aun estando lejos..emblematico y genuina forma de llegar y abrazar cada verso con estampas que guardan de alguna forma parte de la noche en viajes con una llave abierta

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